Ya había caminado en tres oportunidades el Paso del Ángel lo recordaba como el filo de una montaña, un sendero estrecho que se desplegaba en el horizonte como una serpiente, alto y muy largo, también recordaba que hacia los lados habían dos abismos por un lado la Quebrada Guatoque y por el otro el Río Moniquirá, la gran expectativa era vivir la aventura en ese majestuoso paisaje.
Arrancamos el paseo a las 8 de la mañana y 25 minutos ya estábamos rodeados del ecosistema de Santa Sofía, mucho bosque poco desierto. El clima pintaba bien.
Sabíamos que nos esperaban unos desafíos en el aire pero no teníamos claro ni cuáles eran, ni cómo eran, ni la sensación que se sentiría estar ahí, una cosa es ver fotos y otra cosa es estar encima de los troncos de madera y sentir las cuerdas, el cuerpo dominando el equilibrio, destreza confianza, admirando el paisaje.